Hace mucho, mucho tiempo, una estrella surcaba los cielos para anunciar la llegada de un nuevo rey. Los rumores del evento se extendieron por medio mundo y al oír esto, tres Reyes Magos de oriente decidieron poner rumbo al lugar donde estaba el recién nacido para festejar su llegada al mundo.
Durante su camino se toparon con el gobernador de Jerusalén, Herodes. Este, muy interesado por el acontecimiento, pero sin saber dónde encontrar al niño, pidió a los reyes que le ayudasen a traer al recién nacido a su palacio, pero Herodes tenía fama de malvado y cruel, por lo que los Reyes Magos de oriente decidieron no confiar en sus intenciones e irse de su palacio siguiendo la estrella; pues sabían que el secreto para encontrar al que decían sería el nuevo rey, residía en seguir la luz de esta hasta que finalmente se detuviese en el lugar donde el pequeño se encontraba.
Caía ya la noche en la lejana Belén cuando sobre las jorobas de sus camellos los tres Reyes Magos seguían el rastro de la más brillante estrella en busca del nuevo rey. Este niño recién nacido en un humilde pesebre, era visitado ya por todos los aldeanos y pequeños comerciantes de la zona, los cuales le llevaban toda clase de regalos y juguetes como muestra de alegría por su llegada al mundo.
Al aproximarse a las cercanías de la aldea sobre la que resplandecía la estrella, los tres Reyes Magos, acompañados de sus pajes se unieron a una larga cola de personas que esperaban su turno para ver al tan esperado niño.
Una vez ante él, Melchor fue el primero en arrodillarse ofreciendo un cofre de oro como regalo para el pequeño. Tras el Gaspar y Baltasar con sus cofres de incienso y mirra se acercaron a la cuna para poner a su lado los presentes que habían traído desde los otros extremos de oriente.
Tras entregarle sus regalos agradecieron a sus padres el haberles dejado contemplar al niño iluminado por la estrella y pusieron de nuevo rumbo a sus respectivos palacios al abrigo de la cálida noche.
Desde entonces, cada año los tres Reyes Magos de oriente se reúnen para recorrer el mundo juntos repartiendo regalos a todos los niños que se han portado bien y que han escrito cartas de los Reyes Magos; para festejar la noche en la que en un humilde pesebre pudieron contemplar al pequeño que había sido elegido por el cielo para convertirse en el nuevo rey.