¿Qué sucederá cuando los Reyes Magos traten de encontrar el camino que han de recorrer para repartir los regalos por el mundo?
Era la noche de Navidad, justo el sol se acababa de poner en el Lejano Oriente y los Reyes Magos se habían asegurado de tener todo listo para su viaje anual favorito.
En sus sacos había peluches, libros, vídeo-juegos, ropa; un poco de todo. Los pajes rondaban en torno a los carruajes comprobando los últimos detalles para asegurarse de que todo estuviese en perfecto estado, pues iba a ser un viaje largo; una vuelta al mundo, nada menos.
Los Reyes Magos estaban reunidos junto a los camellos dándoles la cena cuando de repente una brillante estrella apareció en el cielo, una vieja amiga que llevaba muchísimos años guiándoles cada Navidad en su camino por los hogares de todos los niños del mundo.
Como otras tantas veces, la estrella era fácil de ver pues brillaba más que ninguna y ya inquieta en el cielo ponía rumbo hacia el primer lugar por el que los Reyes Magos tendrían que pasar.
Las primeras horas del camino fueron sencillas y cómodas, el clima era bueno para ser invierno y sus majestades de oriente llevaban un buen ritmo; todo prometía unas navidades sin complicaciones, pero de golpe una nube apareció en el cielo y pronto todo el cielo se encontró nublado.
Los Reyes Magos ya no podían ver la estrella y se quedaron parados allí donde estaban esperando a que el cielo se despejase.
Pasaron 10 minutos, luego media hora y el retraso se les iba acumulando. Al ver que podían tranquilamente pasarse la noche esperando a que el cielo aclarase Baltasar corrió a revolver entre sus cosas y de entre ellas sacó un viejo bastón de madera de cedro.
Tras pararse de pie mirando fijamente al cielo y murmuró unas palabras en un extraño lenguaje que solo los otros dos Reyes Magos entendieron y en unos segundos el cielo comenzó a despejarse.
Unos pocos minutos después todos re-emprendieron el camino que les marcaba la estrella y esa noche gracias a un poco de magia fue perfecta, eso sí, los presentadores de los partes del tiempo del día siguiente aún no pueden explicar que hizo que sin motivo aparente y en cuestión de unos pocos segundos el cielo se despejase a media noche allá en el lejano Oriente.