Las cartas a los Reyes Magos y los problemas del señor cartero
Cartas a los Reyes Magos por aquí, cartas a los Reyes Magos por allá. La oficina de correos se había convertido en una sucesión de montañas y montañas de sobres repartidos por cada pequeño hueco de la estancia donde, en un día cualquiera, el señor cartero trabajaba sin problemas.
Hoy, en cambio, era la semana antes de la llegada de los Reyes Magos y la pequeña oficina de la ciudad estaba literalmente invadida por la correspondencia que los niños de toda la zona querían hacer llegar a sus majestades de oriente.
El señor cartero estaba ya algo desesperado con la situación; tan pronto como conseguía llenar un camión con cartas rumbo a los palacios reales, otro camión aparecía por el muelle de entradas y dejaba otros cientos de cartas a los Reyes Magos.
El trabajo parecía no terminar nunca. Por suerte, el señor cartero era un hombre muy despierto y había conseguido organizarlo todo de manera que la correspondencia saliese lo más rápido posible rumbo a su destino.
Aun así, un día tras otro, más y más cartas a los Reyes Magos llegaban a la oficina de correos cargadas con las ilusiones de los niños y el señor cartero temía que las últimas en llegar quizá no alcanzaran su destino en manos de sus majestades de oriente a tiempo como para ver si el niño se había portado bien y de ser así preparar los juguetes que éste les había pedido.
Era ya la tarde antes de la Noche de Reyes y el señor cartero se sentó en una silla frente a cientos de cartas que aún estaban por enviar,-Me rindo-dijo al aire y con gesto de fatiga miro a su alrededor.
Había aun demasiadas cartas por enviar y no creía que fuesen a llegar a tiempo; se había quedado sin ideas sobre como conseguir que las cosas fuesen más rápidas.
-No,no,no, no puedo rendirme,alguna forma tiene que haber de dar salida a todo esto; las cartas tienen que llegar a tiempo -se dijo, y tan pronto se puso en pie oyó que alguien llamaba con calma a la puerta de la oficina.
Cuando el señor cartero abrió la puerta en la calle ya estaba oscuro, se había hecho de noche muy rápido; siempre le pasaba lo mismo cuando se centraba en su trabajo. Ante él un hombrecillo bajito y regordete de orejas puntiagudas le miraba con una mueca burlona a la vez que movía uno de sus pies dando golpecitos contra el suelo dando a entender que estaba algo impaciente con la espera.
-¡Rápido,rápido! no tenemos toda la noche.
-Disculpe, ¿quién es usted?-preguntó el señor cartero.
-¿Qué quién soy? Soy el que ha venido a ayudarte. Me llamo Svenick, no intentes pronunciarlo, se te trabaría la lengua. Me envían para solucionar tu pequeño problema con las cartas a los Reyes Magos.
-¿Quién te envía?
-Que pregunta más tonta, los Reyes Magos, ¿quién iba a ser si no?. Tu ya has trabajado muy duro aquí, pero hay tantas cartas que vas a necesitar ayuda, sus majestades lo saben y por eso estoy aquí. Bueno, estamos…
Tan pronto como dijo esto último varias decenas de hombrecillos como él entraron corriendo por la puerta y se pusieron a meter todas las cartas en sacos marrones y a meterlas en una enorme caja de madera que había enfrente de la puerta de la oficina de correos.
Pocos minutos después habían terminado la labor, todos se reunieron alrededor de la caja y el misterioso desconocido que había aparecido frente a la puerta al principio se acercó al señor cartero y le dijo:
-Amigo mío, te has portado muy bien este año, si alguna vez tienes un trabajo complicado entre manos y no sabes que hacer, no dudes en ponerte en contacto conmigo- dicho esto dijo unas extrañas palabras y tanto él como la caja de madera y los demás hombrecillos desaparecieron.
En el suelo solo quedo una pequeña tarjeta donde junto a un número de teléfono podía leerse: Señor Svenick McMurray, encargado de dirección de equipos de trabajo de duendes.