Érase una vez un niño llamado Teo, al que le encantaba la Navidad. Teo tenía ocho años y vivía en un pueblecito de montaña, junto a sus padres, su abuelita, su hermana Olivia y su perro Rocky. Cada año ayudaba con esmero a su madre a preparar los dulces navideños y decorar la casa para la Navidad.
Era un niño muy inteligente y sus grandes pasiones eran la música y la pintura. Desde pequeño había sentido gran admiración por su abuelita, que era una reconocida pintora y soñaba con seguir sus pasos y llegar tan alto como ella.
Cada tarde después del colegio, Teo subía con ella a la azotea de su casa donde había una gran sala de pintura y observaba embobado a su abuelita durante horas, soñando en llegar a ser un gran pintor.
Ese año Teo había escrito la carta a los Reyes con mucha antelación, pues sabía que tenían mucho trabajo y quería asegurarse de que les llegaba. En su carta les contó que su sueño era ser pintor y que a sus padres no les gustaba mucho la idea y por eso les pedía que le trajeran muchas pinturas, pinceles y lienzos, pues era lo único que deseaba.
Eran las cuatro de la tarde de un cinco de enero de 2015, noche de Reyes. Una dulce fragancia a roscón y flor de azahar inundaba toda la casa, las luces del árbol brillaban como nunca y la chimenea desprendía un agradable calor. Se acercaba una noche mágica y todo debía estar perfecto para recibir a los Reyes Magos.
Después de ver la cabalgata de reyes junto a su familia, Teo regresó a casa y dejó todo preparado antes de irse a dormir. Sus zapatos debajo del árbol, dulces para los Reyes y paja y agua para los camellos, pues seguro que necesitaban reponer fuerzas. Teo deseaba que llegara la noche para irse a dormir pronto y esperar la llegada de sus majestades los Reyes Magos.
Teo estaba algo preocupado, pues durante el año había hecho alguna que otra trastada y sabía que los Reyes se enteraban de todo. Hacía trastadas como pintar la pared de su dormitorio, porque le parecía aburrida y quería colores, muchos colores.
Ese año había ganado varios concursos de pintura en el colegio y se imaginaba pintando grandes cuadros y siendo un pintor reconocido mundialmente. Nada le hacía más ilusión. Pero sus padres le decían que eso no tenía futuro, que tenía que estudiar una carrera para ser médico o abogado, como ellos, por eso nunca le dejaban pintar.
Teo, finalmente, se fue desilusionado a dormir, sin esperanza de recibir el regalo que él esperaba y que tanta ilusión le hacía. Esa noche no consiguió conciliar el sueño. A la mañana siguiente, sus padres le despertaron para ir a abrir los regalos. Se levantó y bajó al salón. Y sí, al lado de sus zapatos había una caja gigante con su nombre y una carta de los tres Reyes Magos.
Teo dió un gran salto de alegría al abrir la caja. Era una caja preciosa, llena de pinturas de muchos colores, lienzos y pinceles. Los Reyes Magos hicieron que Teo siguiera luchando por su sueño y sus padres se dieron cuenta de que eso era lo que realmente le hacía ser feliz. Le prometieron que lo dejarían pintar siempre que quisiera y lo ayudaría a conseguir su sueño.
Carta de los Reyes Magos a Teo:
Querido Teo,
Hace semanas que recibimos tu carta y hemos decidido responderte, porque aunque tenemos mucho trabajo, los niños como tú merecen ser respondidos.
Eres un niño muy bueno e inteligente y tu historia nos ha emocionado, porque como nos contaste en tu carta, tu sueño es ser pintor como tu abuelita y queremos ayudarte a hacerlo realidad.
Queremos que luches por lo que te hace feliz y que nunca dejes que nadie te diga que no puedes hacerlo. Tú eres capaz de conseguir todo lo que te propongas.
Sigue cuidando a tu abuelita, pues como sabes, es muy mayor y te necesita. Aprende mucho de todo lo que te enseña, porque algún día tú serás tan buen pintor como ella y ella estará muy orgullosa de ti.
Recuerda ¡Nunca te des por vencido! Lucha cada día para conseguir tu sueño con fe y esperanza y tu esfuerzo se verá recompensando.
¡Hasta el año que viene!
Un fuerte abrazo desde el lejano Oriente.
Melchor, Gaspar y Baltasar
Continuará ….