Hace mucho pero que mucho tiempo, había un Rey que se llamaba Bubby y que tenía 7 años. Un buen día se despertó y mientras desayunaba como cada mañana, se dio cuenta de que se le movía un diente.
Pasaban los días y no se le caía, pero nadie se atrevía a quitarle el diente al Rey. El Rey Bubby estuvo varios días con el diente casi colgando hasta que su madre decidió llevarlo al dentista y allí le quitó el diente, pero él ni se enteró.
Entonces, cuando llegó a su casa decidió escribirle una carta al Ratoncito Pérez para contárselo, pues era el primer diente que se le caía y estaba emocionado. La carta decía así:
-Querido Ratoncito Pérez, acabo de perder mi primer diente de leche, he estado mucho tiempo esperando este momento, por eso me gustaría que vinieras a recogerlo esta noche, lo dejaré debajo de mi almohada y si puedes que me traigas un regalito a cambio. Un saludo, el Rey Bubby.
Cuando terminó de escribir la carta, se la dio al mensajero de palacio para que la echara por el buzón y llegara cuanta antes al Ratoncito Pérez.
A las pocas horas, el Reye Bubby se fue a su cama a leer un cuento antes de dormir y colocó su diente debajo de la almohada, ilusionado de saber que el Ratoncito Pérez no tardaría en llegar.
Él quería ver al Ratoncito así que esperó despierto durante horas,… una hora, dos horas, tres horas,… pero el sueño le pudo y dio una cabezada, entonces cuando estaba a punto de dormirse sintió algo en la mejilla, como una caricia.
¡Era el Ratoncito Pérez! Un ratón muy pequeñito, con unas gafas color oro muy grandes, un sombrero de paja y una cartera roja a sus espaldas. Le había traído un regalo y venía a recoger su diente.
¡Hola Ratoncito Pérez! Qué bien que hayas venido, tengo muchas ganas de ver mi regalo, ¡enséñamelo por favor! Pero el Ratoncito le dijo que no podría ver el regalo hasta el día siguiente, que tendría que esperar.
Entonces, el Rey le preguntó si iba a visitar a otro niño, porque quería ir con él. El Ratoncito no estaba muy convencido de que el Rey lo acompañara, pero finalmente después de insistirle tanto accedió.
Así que el Ratoncito hizo un hechizo mágico y convirtió al Rey en un ratón como él, y los dos se fueron a recoger el diente de otro niño que vivía cerca de Palacio.
Salieron por un un pequeño agujerito que había en el sótano de palacio y echaron a correr por pasillos subterráneos y tuberías, hasta llegar a la casa del Ratoncito Pérez para coger el regalo que le tenía que llevar al siguiente niño.
Cuando llegaron a la casa del Ratoncito Pérez estaba allí su familia, que al ver al otro ratón, pensaron que era amigo del Sr. Pérez y enseguida le sacaron un té y unas pastas, para nada se imaginaban que era el Rey Bubby.
El Rey Bubby estaba alucinando de ver la casa tan maravillosa del Ratoncito Pérez y de poder conocer a su familia. Se lo estaba pasando fenomenal, hasta que el Ratoncito le dijo ¡venga vamos, tenemos mucho trabajo!
Así que echaron a correr, hasta que llegaron a una zona un poco peligrosa, ¡espera Bubby! Vamos a necesitar ayuda, porque aquí está el gran gato que siempre intenta atacarme, Le dijo. Voy a llamar al ejército de ratones para que nos ayuden a atravesar está zona.
Y en menos de cinco segundos un montón de ratoncitos aparecieron para ayudar al Ratoncito Pérez ¡esto es alucinante Sr. Pérez! Dijo Bubby.
Continuaron su camino y finalmente llegaron a la casa de Charles, el niño al que se le había caído el diente. El ratoncito perez abrió su bolsa roja, cogió el diente de Charles y se lo cambió por unas monedas de oro. Y en ese momento el rp y el rey volvieron a salir corriendo hacia el palacio del Rey.
Atravesaron la ciudad, pasaron por las cloacas, subieron al placio real, llegaron a la habitación del rey y allí el ratoncito volvió a hacer magia y a convertir a Bubby en niño de nuevo.
Bubby bostezó porque tenía mucho sueño y de repente se quedó dormido, a la mañan siguiente cuando se despertó se acordó de que no había visto su regalo, así que buscó debajo de la almohada y allí estaba, un saquito con unas monedas de oro.
También le había dejado una en la que le contaba lo bien que se lo había pasado con él y que era muy importante que guardara el secreto y no le contara a nadie que había estado juntos.