Ir a ver las cabalgatas, dejar unos chupitos para los Reyes Magos y agua para sus camellos e irse a dormir con la ilusión de que algo mágico pasará esa noche. Estas pautas se han convertido en la tradición de todo niño. Pero… todavía hay un factor que no hemos mencionado y es fundamental: escribir la carta a los Reyes Magos de Oriente.
Ezequiel es uno de esos niños indecisos que hasta el último momento duda de lo que realmente quiere. Duda de si debe comprarse ese juguete, de qué color debería ser, si es mejor que sea individual o en pack… Duda de todo.
Tal era su dilema, que cuando llegó el invierno y con él la mágica etapa navideña, los padres empezaron a insistirle en que debía ir buscando lo que quería pedir a los Reyes Magos. Sin embargo, la antelación tampoco ayudó. A dos días de la mágica noche, Ezequiel aún no había escrito su carta.
Los papás estaban preocupados, no querían que su hijo se quedase sin sus regalos. Pero ya no sabían qué hacer, cada vez que Ezequiel comenzaba su lista acababa rompiéndola, porque nada le convencía.
Después de ver las cabalgatas, el pequeño se fue a dormir con la incertidumbre de qué pasaría. Cuando se despertó, fue corriendo al salón, pero no vio nada abultado.
Lo único que había sobre la mesa del comedor era una carta escrita por los Reyes Magos de Oriente en la que le decían que tenía que aprender a estar más seguro de sí mismo: nadie puede tomar las decisiones por él, porque solo él sabe lo que realmente desea.
A pesar de que ese año Ezequiel no le escribió la carta a los Reyes Magos, estos son mágicos y sabían lo que el niño quería, incluso antes que él.