La historia de los Reyes Magos es por todos conocida, pero pocos saben que a veces dejan una carta a los niños; para aquellos que se han portado especialmente bien. Esta es la historia de Miguel y de cómo recibió esa carta escrita por los mismísimos Reyes Magos.
Se acercaba ya la mágica fecha navideña en la cual los Reyes Magos recorren el mundo repartiendo regalos. Miguel, un niño de 8 años, esperaba ansioso la hora de irse a la cama para ver si al día siguiente, con el amanecer, los regalos que había pedido para él, sus padres y su hermana pequeña, aparecían bajo el árbol.
Como su padre le había contado ya muchas veces, cada 5 de enero por la noche los Reyes Magos salían de sus palacios en el lejano Oriente y repartían regalos entre los niños; eso sí, solo aquellos que se hubiesen portado bien todo el año conseguirían que los Reyes Magos prestasen más atención a sus peticiones.
Como también le habían contado; la mejor forma de comunicarse con las majestades de oriente era a través de la carta de los Reyes Magos; una carta especial que, tras ser entregada a uno de los pajes personales de sus majestades de oriente, llegaba al final a manos del rey mago favorito del niño para que este pudiese leerla atentamente y ver que regalos se merecía.
La carta de los Reyes Magos de este año la había escrito el propio Miguel, y por lo bien que había quedado, esperaba que al despertar el día seis todo estuviese como lo había imaginado.
Además, al ir a entregarle la carta al paje real, este le había dicho que sus majestades dejaban una carta de los Reyes Magos a los niños que se habían portado especialmente bien ese año; como detalle por ser tan buenos y haberles dejado leche y galletas bajo el árbol para ellos y sus camellos.
Cuando Miguel terminó de cenar fue corriendo a la cama y animo a sus padres a hacer lo mismo, pero estos primero debían de acostar a su hermana.
– ¡Vamos papá, que si estamos despiertos los reyes no van a venir! -dijo al ver que sus padres se habían puesto a hablar en el pasillo.
Una vez todo el mundo se había ido a la cama, Miguel cerró los ojos con fuerza intentando dormirse rápido entre que pensaba en las ganas que tenía de recibir esa carta de los Reyes Magos a los niños que se habían portado bien, y así decirles luego a sus padres que no era tan «trasto» como pensaban.
A la mañana siguiente, Miguel saltó de su cama. Al llegar junto a sus regalos y el plato de galletas vacío, le esperaba un sobre. Miguel sabía que tenía que ser la carta de los Reyes Magos a los niños que se portaban bien. Este lo cogió y fue a donde sus padres.
– ¡Mirad! es la carta de los Reyes Magos a los niños que se han portado bien, habrá que desayunar algo especial hoy para celebrarlo, ¿no? – dijo a sus padres entre que estos aún se desperezaban.
Tras abrir los regalos vieron que todo lo que había pedido Miguel en la carta a los Reyes Magos estaba ahí, así que satisfecho por lograr que sus majestades de oriente le hiciesen caso, se levantó y fue el mismo a preparar el desayuno para su familia y deseoso que llegara el año que viene para volver a escribir la carta y que sus majestades le contestaran.