Ben es un joven tranquilo, serio y estudioso. Un día el colegio donde estudia los llevó de excursión a una residencia de ancianos para compartir su compañía y pasar un día con ellos escuchando sus historias.

Al regresar a casa su mamá le pregunto:
-¿Cómo te fue? ¿Por qué vienes descalzo?
Él contestó:
• No te enfades conmigo mamá, te voy a contar que pasó.
Comimos con los ancianos, jugamos, hablamos mucho, nos contaron historias increíbles, muchos de ellos viven ahí porque su familia no puede cuidarlos, casi no los visitan, eso es triste pues son personas que saben muchas cosas.
¿Por qué yo no tengo abuelos? Me gustaría adoptar unos abuelitos para que me cuenten historias de cuando ellos eran niños, dicen que nada era igual que ahora, repiten que “en sus tiempos” todo era más bonito.
– ¿PERO QUE LE PASÓ A TUS ZAPATOS? preguntó de nueva la mamá un tanto impaciente.
* A uno de ellos le regalé mis zapatos (dijo Ben) porque dice que hace mucho no le compran unos y le gustaron los míos, por eso me los quite y se los regalé.
Primero no quería porque dijo que me iría descalzo y que no quería que me hiciera daño en los pies, pero le dije que no importaba pues iba en autobús y no pasaría nada, después me dijo que quizá mis papás me iban a regañar, pero le contesté que no pasaría nada.
Me sentí bien porque el señor se los puso de inmediato, le quedaron muy bien y estaba feliz. Te prometo que voy a ahorrar para comprarme otros, pero por favor, no me regañes, nunca tuve abuelos, y debe ser muy bonito tener unos, así que por un momento ese anciano fue como mi abuelo.
La mamá no dijo nada, solo lo abrazó, lo besó y le dijo:
– Jamás te voy a regañar por tener ese gran corazón, gracias por compartir con quien lo necesita, estoy orgullosa de ti.
Redactado por: Elizabeth Ugalde Veloz